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El ministerio penitenciario, un desafío

para las Órdenes y Congregaciones religiosas

 

P. Damase Masabo O.de M.

 

Introducción

            El Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, en su primer Encíclica “Deus Caritas Est”, en el número 25 recuerda en qué manera se expresa la naturaleza de la Iglesia así:

“La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia”[1].

Esta afirmación del Papa nos lleva a situar “el ministerio penitenciario” en esta triple tarea a través de la cual la Iglesia manifiesta su naturaleza y su irrenunciable diakonia. En efecto, la pastoral penitenciaria integral es, “la que proclama la Palabra, celebra los sacramentos y sirve caritativamente al recluso, sujeto inmediato y directo de la atención pastoral en los establecimientos penitenciarios; y además, procura, por esos mismos medios, sanear y humanizar los ámbitos deprimidos y marginales de los que ha salido la inmensa mayoría de los presos y en los que se hallan inmersos sus familiares”[2]. Situado así el sujeto, el destinatario de la pastoral penitenciaria y el contenido de la misma, se puede añadir que según los expertos en la materia, “la pastoral penitenciaria es la pastoral específica de multitudes que se agitan en la periferia de la buena y sana sociedad en unos ambientes educacional, económica, social, cultural, jurídica y políticamente deprimidos”[3].

Esta pastoral tiene, como toda acción pastoral eclesial, unos objetivos bien definidos a saber: “seguir realizando el quehacer que nace de la Pascua / Pentecostés o la evangelización encaminada a construir, en ambientes deprimidos, la comunión querida por Cristo; que consiste en establecer una relación de auténtica fraternidad entre todas las personas (también entre y con los presos) y la relación filial de todas las personas con el Padre Dios. La pastoral penitenciaria es en verdad la pastoral del amor, de la esperanza, de justicia, de la igualdad, de la fraternidad y de la libertad”[4].

 

El tema que se me ha confiado tratar “El ministerio penitenciario: un desafío para las Órdenes y Congregaciones religiosas” es demasiado amplio y pretencioso. No puedo agotarlo, ni pretendo presentar un plan pastoral penitenciaria porque existen varios planes pastorales, según el contesto[5]. Ahora bien, mi intervención quiere ser un compartir con vosotros algunas ideas que nos permiten reforzar nuestra conciencia de portadores de esperanza al mundo de la cárcel, de anunciadores del amor y de la libertad que brotan del mismo creador misericordioso para  todo pecador arrepentido. Esta reflexión quiere ser al mismo tiempo una voz que clama en el desierto para que podamos cortar desde la raíz las causas que empujan a tanta gente, a tantos hermanos y hermanas nuestros a cometer delitos que los conducen al mundo de la cárcel. Tenemos que evitar de curar solamente los síntomas de la enfermedad, debemos ir al fondo de sus causas. Esta es la estructura de mi intervención en tres puntos.

 

-          La cárcel, un mundo complejo

-          Causas y sujetos de la reclusión

-          Los gemidos de los reclusos y excluidos nos interpelan

 

1. La cárcel, un mundo complejo

 

Trabajar en el mundo de la cárcel o con los detenidos no es una cosa sencilla o fácil. Requiere una vocación especial, de lo contrario sería difícil lograr un trabajo bien hecho con amor, justicia y misericordia movido por otras circunstancias de la vida en este campo. Cuando hablamos del mundo de la cárcel, nos referimos a una realidad tan compleja que, hasta sin ir muy lejos, el sistema penitenciario o la misma pastoral penitenciaria en Europa, no tiene nada que ver con lo que se vive en América Latina, en Asia o en África. Son realidades muy diferentes. En Europa por ejemplo, la cárcel supone un cierta organización, un cierto respeto de los derechos fundamentales del prisionero, una asistencia más o menos asegurada con un conjunto de leyes que funcionan etc. Las mismas infraestructuras reflejan una cierta consideración de los detenidos a pesar de que la falta de libertad para una persona humana significa una grave mutilación de lo más valioso de su ser, porque significa privarle de un elemento constituyente de la misma esencia de la persona humana porque “creada a imagen y semejanza de Dios” (cf. Gn 1,26-27).

 

En cambio, en las cárceles que he podido visitar en África por ejemplo en Burundi, Mozambique, Camerún, Angola etc., el encarcelado no sólo pierde toda la libertad, más bien está reducido a nivel del animal sin dueño, -porque aquí los animales son a veces muy exageradamente bien tratados- pierde todos sus derechos. No hay mayor injusticia que ésta. La prisión tiene otra connotación, hasta que los mismos familiares de una persona encarcelada tienen enormes dificultades por asumir las condiciones en las cuales se halla el internado. Quedan antropológicamente acomplejados, avergonzados y marginados por el resto de la sociedad. He aquí cómo Hippolyte Sando presenta la vida en las prisiones africanas en general, y en las del Cameroun en particular; pinta la cárcel como un mundo sin derecho ninguno, donde los detenidos viven en pésimas condiciones:

 

“ Contrariamente a su misión de inserción, la vida en prisión ofrece un espectáculo desolador: los abusos son erigidos en sistema, los vicios y otras desviaciones se aceptan como prácticas normales, y todos los derechos humanos son violados sistemáticamente”[6].

 

Los testimonios sobre la vida en las cárceles africanas lo dejan a uno con piel de gallina. El Cardinal Christian Tumi de Duala, afirma que “desbordadas, las autoridades carcelarias se acomodan a las condiciones de vida infrahumanas que destruyen lo humano de los detenidos”[7] y exhorta diciendo que “el espíritu de compasión no nos autoriza a desentendernos de estos hermanos que sufren. Ellos son y continúan siendo una parte de Jesús que grita socorro y busca ayuda. No podemos permanecer sordos a sus gritos”[8]. En este mismo sentido habla Johann Baptist Metz llamando la atención a las Órdenes y Congregaciones religiosas. En efecto: “Jesús no nos permite olvidar, más allá de su pasión, la pasión del mundo; su cruz que contemplamos, no nos autoriza ignorar las numerosas cruces del mundo, su Pasión nos impide pasar bajo silencio los numerosos dolores, los innumerables ajedreces anónimos, el sufrimiento reducido al silencio, la persecución de tantos hombres y mujeres de nuestro mundo”[9]. “Pasión por Cristo, pasión por la humanidad” ha sido el tema central del Congreso internacional de la vida consagrada en noviembre del 2004, tema expresado a través dos iconos: la samaritana y el samaritano. En el “Instrumentum Laboris” para la preparación de este congreso, hablando de la espiritualidad para la vida religiosa en el mundo de hoy, partiendo de los dos iconos, entras muchas cosas bellas que se dice, está el hecho de que “la vida consagrada debe leerse en clave de servicio, compañía y solidaridad a las personas que están en el dolor o la miseria. Debe encontrar los caminos para ser buena samaritana que busca con todos los sedientos el agua viva, alrededor de las fuentes, de los pozos de la memoria y de la felicidad. Y también para atender los rostros heridos sin olvidar de luchar contra los sistemas violentos e injustos que están a la base”[10].

 

En lugar de ser una institución para la corrección y el arrepentimiento, las prisiones se han convertidos en África en centros de donde se desarrolla el sentimiento de venganza y del odio, lugares de iniciación a la delincuencia y del gran bandidismo perfeccionado[11]. La cárcel, es en África un lugar de tortura, de violación de todos los derechos humanos. Hablando con algunos voluntarios y religiosos que trabajan en la cárcel central de Maputo, (Mozambique) me decían que aquella prisión carece de infraestructura, es demasiada poblada, no hay suficientes abogados para ocuparse de los dossieres de los detenidos. La mayoría de los que se encuentran detenidos, no tienen medios para pagar a los abogados. Solo desde la Caritas Diocesana, los mercedarios y otros religiosos intentan asegurar este servicio de asesoramiento de los prisioneros asistiéndolos jurídicamente pero non tienen tampoco suficientes medios y son realmente desbordados. La Comunidad Sant’Egidio tenía un sistema de rescate de los detenidos, pagando dinero, creo que este programa continua. De lo contrario, los dossieres duran años y años y la corrupción en este ambiente se convierte cada vez más en un modo normal de vida. El que puede pagarse o corromper a los agentes del sistema penal o a los responsables de la cárcel entra y sale con facilidad. El pobre continúa siendo pobre hasta en el cárcel. ¡La pobreza lo persigue hasta en la cárcel! En este sentido, las Ordenes y Congregaciones se convierten en la voz de los excluidos y marginados, para aquellos que según Albert Nolan, son literalmente multiplicados por cero, es decir, muertos sociológicamente. Físicamente siguen vivos, pero, desde el punto de vista existencial, no cuentan para nada. Galeano los llama “los nadies” y con un lenguaje poético, les describe así:

 

“Los nadies

los hijos de nadie,

los dueños de nada.

Los nadies:

los ninguno, los ninguneados,

corriendo las liebres, muriendo la vida,

jodidos, rejodidos:

Que no son, aunque sean,

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no profesan religiones, sino supersticiones.

Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino foklore.

Que no son seres humanos, sino recursos humanos.

Que no tienen cara, sino brazos.

Que non tienen nombre, sino número.

Que no figuran en la historia universal,

sino en las páginas rojas de la prensa local.

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”[12].

 

Los prisioneros comen sólo una sola vez al día y siempre lo mismo, arroz y judías, y en muy pequeña cantidad. Cuando los familiares traen comida, a veces al interesado no se la entrega, alguien si se la aprovecha. No hay un mínimo de higiene. En la prisión de Mamfé (Cameroun) por ejemplo, “los prisioneros hacen sus necesidades en un cubo preparado para este fin. Este cubo es después vaciado alrededor de la cárcel en la naturaleza, y al final los excrementos han formado un lago alrededor de la  prisión”. Se puede imaginar en que ambiente viven los prisioneros. En estos países donde las cárceles son demasiadas pobladas, la promiscuidad constituye otro problemas difícil de encontrar solución. ¡Cuántas mujeres han sido violadas en cárceles, o cuántos niños no deseados han nacido en condiciones infrahumanas a consecuencia de esta promiscuidad!

 

En las cárceles de Burundi, durante los regimenes del Partido único, además de la tortura hasta la muerte sin proceso de los reclusos, una de las muchas técnicas más sofisticadas utilizadas para eliminar a fuego lento a los prisioneros, era suministrarles arena de cristal molido dentro de la comida y así destrozar sus estómagos. Y ¿qué decir de la técnica de la inyección del virus de SIDA a los prisioneros?. Además de la corrupción erigida como modo de vida y como sistema, en las cárceles africanas reina la inseguridad total. Morir en prisión parece una cosa normal. Las prisiones son los auténticos “edificios de la muerte”. Lo peor es que a veces ni siquiera los familiares son informados de la muerte de uno de ellos. A veces los matan y luego se justifica diciendo que han disparado sobre ellos porque intentaban a escaparse. Como se puede ver, hablar de la pastoral carcelaria no es nada fácil, hay cárceles y cárceles; se trata de una realidad tan compleja, que interpela nuestra conciencia y al mismo tiempo constituye un desafío para la Iglesia, para todos nosotros. Se ve que por un lado, las prisiones del mundo desarrollado presentan características diferentes de las del mundo en vía de desarrollo. En el primero se respeta las leyes y los derechos humanos con infraestructuras suficientes para poder reeducar y corregir a los detenidos en un sistema judicial que funciona normalmente. Por otra parte, las cárceles del así llamado y tratado como, “tercer mundo” donde reina la ley de la jungla, donde la corrupción, la injusticia y la degradación de las condiciones de vida se hacen notar nos desafía a todos y cada vez más. En este sentido, tienen razón los autores de las “Grandes líneas de una pastoral penitenciaria para el tercer milenio”, cuando hacen notar que : “los problemas que plantean la exclusión social, la marginación, la delincuencia, la reclusión y las respuestas sociales a los mismos, son la consecuencia última de una forma de ver y entender el funcionamiento de la sociedad que depende, en grande medida, de la manera de organizar las estructuras económicas de la propia sociedad”[13].

 

2. Causas y sujetos de la reclusión

 

El profesor Pedro José Cabrera Cabrera, en su ponencia sobre “La realidad penitenciaria en el siglo XXI y perspectivas de futuro” describe así el futuro de la cárcel entendida como institución:

 

“A mi modo de ver, si nos interrogamos seriamente sobre el horizonte del sistema penitenciario, yendo más allá de todos los ensueños tecnológicos que podamos idear, nos encontramos con que, a escala global, el futuro de la cárcel, en tanto que institución central de nuestra estructura social, vendrá condicionado por el cuál sea el futuro de la desigualdad y el miedo en nuestras sociedades”[14].

 

            Para este profesor, la pobreza y la miseria son factores importantes hasta determinantes que llevan a mucha gente a cometer delitos y encontrarse en categoría de delincuentes de aquellos cuyo destino final es más que probable la cárcel. En efecto: “Podemos afirmar que los presos de todas las cárceles del mundo son, en verdad, producto espontáneo de la pobreza que excluye del disfrute de los bienes del mundo provocadoramente consumista a innumerables seres humanos, en quienes despierta los apetitos del poseer y del gozar, negándoles, al mismo tiempo, los medios necesarios para satisfacer razonablemente dichos apetitos. Y esos apetitos exacerbados e insatisfechos se lanzan a la consecución de lo vedado por caminos delictivos que conducen fatalmente a la reclusión”[15]. Sin querer disculparlos antes de que la justicia haga su trabajo, podemos afirmar que los encarcelados no son necesariamente todos criminales. Aún así, desde la visión cristiana, “todo preso antes que preso es persona humana y toda persona humana, por el don precioso de la libertad que no siempre usa correctamente, las circunstancias y los indicios pueden acabar convirtiéndola en ‘preso’. Es razonable y lógico que los funcionarios de prisiones consideren siempre y a todos los presos como personas, y por tanto, sujetos de derechos sagrados e inalienables, en cuanto seres humanos y en cuanto hijos queridos del mismo Padre celestial, por muy ‘pródigos’ que a nosotros nos parezcan”[16].

 

Todo esto nos lleva a pensar en cómo luchar para que la diferencia abismal entre los ricos cada vez más ricos y los empobrecidos cada vez más pobres pueda reducirse. Aquí podemos simplemente recordar que “los bienes, aún cuando poseídos legítimamente, conservan siempre un destino universal. Toda forma de acumulación indebida es inmoral, porque se halla en abierta contradicción con el destino universal que Dios creador asignó a todos los bienes”[17]. En este sentido, el compendio de doctrina social de la Iglesia publicado por el Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, resulta un instrumento indispensable para despertar la consciencia para un mundo más solidario y justo o sencillamente la “civilización del amor”. En este contexto podemos comprender las palabras del Papa cuando dice: “En la difícil situación en la que nos encontramos hoy, a causa también de la globalización de la economía, la doctrina social de la Iglesia se ha convertido en una indicación fundamental, que propone orientaciones válidas mucho más allá de sus confines: estas orientaciones —ante el avance del progreso— se han de afrontar en diálogo con todos los que se preocupan seriamente por el hombre y su mundo”[18].

 

            Otros factores que hay que tener en cuenta son el miedo y la inseguridad. En su primer mensaje para la celebración de la jornada mundial de la paz, el Papa Benedicto XVI describía la situación de nuestro mundo en estos términos: “Hoy en día, la verdad de la paz sigue estando en peligro y negada de manera dramática por el terrorismo que, con sus amenazas y acciones criminales, es capaz de tener al mundo en estado de ansiedad e inseguridad”[19]. Esta inseguridad se ha agudizado según algunos autores con los acontecimientos del 11 septiembre 2001 y ha dado lugar a “la cultura del miedo y del control” y la historia parece responder a aquello que en el momento determinado Samuel Huntington ha llamado “el shock de civilizaciones”[20] o por qué no un “choque de religiones”. Todo esto ha generado un verdadero “desorden mundial”[21]. Ninguno se siente en seguridad, todo el mondo tiene miedo. En efecto, para Thimothy Radcliffe, preguntándose sobre la situación de la vida religiosa después del 11 septiembre y los signos que los mismos religiosos/as ofrecen, considera que “el 11 septiembre fue en parte una protesta contra los que quieren tener el control de la planeta y sus recursos. Se atacó los símbolos del poder económico y militar de Occidente:  las dos Torres Gemelas y el Pentágono. Pero, el 11 de septiembre ha reforzado esta cultura del control y ha logrado la escalada en  la información, en el control de la emigración, la militarización del globo y la mengua de los derechos humanos”[22]. Para él, frente a esta incertidumbre en la cual se halla el mundo de hoy, la vida religiosa encarna una parola de esperanza: nosotros tenemos la confianza de que nuestra vida tendrá un sentido. Toda la historia de nuestra vida encontrará un significado incluso durante sus momentos más difíciles. Es importante pues trasmitir el testimonio de la alegría y de la esperanza también en el mundo de la cárcel. Es un reto para las Órdenes y Congregaciones religiosas.

 

            No podemos concluir este párrafo sin mencionar otro problema candente por lo menos en algunos países africanos. Se trata de la reinserción en la sociedad  de los niños ex-soldados y de la proliferación de las armas en las poblaciones de muchos países africanos que intentan con dificultad salir de las guerras “tribales, étnicas o civiles”. Este fenómeno genera la delincuencia, la inseguridad a causa de la proliferación de las armas ligeras en manos de la población no cesan de sembrar el pánico, la desolación favoreciendo el bandidismo. Tenemos que buscar como luchar contra este fenómeno, porque la mayoría de estos niños, terminan cayendo en la red de bandidos que irán a finir en la cárcel. Y si las cosas son así, ¿qué futuro espera la mayor parte de los países del continente africano? En este sentido, el Cardinal Crescenzio Sepe, tiene razón de estar preocupado cuando afirma:

 

“Todos somos afligidos y apenados al constatar que África queda cada día marcada, como en el momento de la celebración de su Primera Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos en el 1994, por las guerras fratricidas, por los conflictos interétnicos, la pobreza, las enfermedades endémicas, el fenómeno de los refugiados y los desplazados, la privación de las mujeres y los niños de sus derechos fundamentales”[23].

 

¿Qué decir de los sujetos de la reclusión? Según los estudios realizados aquí en Europa, en las distintas cárceles, predominan el rostro de “hombre joven, de muy bajo nivel cultural, desempleado, marcado por el estigma de un ambiente familiar deteriorado y de miseria, esclavo de substancias tóxicas que trastornaron su físico y su psiquismo, y residente habitual de los centros penitenciarios”[24]. Las mismas investigaciones, llegan a la conclusión de que: “prácticamente en todos los países de la Unión Europea, los extranjeros y las personas de color se encuentran sobrerrepresentadas entre la población encarcelada. En el conjunto de la Unión Europea, los extranjeros suponen un alrededor de un 22 % de toda la población encarcelada. En Inglaterra, los negros procedentes de las colonias caribeñas van siete veces más a prisión que los blancos. En Alemania ocurre algo parecido con los gitanos rumanos (20 veces más), los marroquíes ( 8 veces) y los turcos (3-4 veces). Ante una misma infracción, se recurre más a la condena de cárcel cuando se trata de extranjeros, y además el ingreso en prisión se hace efectivo en mayor medida”[25]. En pocas palabras, son las personas marginadas que son sujetos de la reclusión. Los pocos casos aislados de gentes ricas, saben cómo arreglárselas y non tardan en salir de la cárcel.

 

3. Los gemidos de los reclusos y excluidos nos interpelan

 

            Me gustaría introducir este último apartado de mi intervención recordando a todos los creyentes aquellas palabras del P. Alberto Nolan, acerca del sufrimiento como signo de nuestros tiempos. En efecto, dice: “Si hubiera que discernir el nuevo punto de partida de la teología y la espiritualidad modernas en mayor parte del mundo cristiano hoy, habría que decir que es el sufrimiento. El sufrimiento de tantos millones de personas en este planeta es uno de los signos de fundamentales de nuestro tiempo”[26].  En esta misma línea Johann Baptist Metz enfatiza, llamando la atención a los teólogos recordando que “el sufrimiento no es una idea abstracta, y el teólogo que lo trate como una idea abstracta, como Dios y el pecado, estará siendo imperdonablemente insensible. El sufrimiento es una realidad dolorosamente concreta que sólo puede ser abordado con temor y temblor. No puede hablarse del sufrimiento en general”[27]. Así lo han comprendido los religiosos/as (congresistas) reunidos entorno a la “pasión por Cristo, pasión por la humanidad”, a través los dos iconos del dicho congreso. Para ellos, el camino del samaritano se comprende como “un espacio inmenso, donde se agolpan hombres y mujeres, niños y ancianos, que llevan en su cuerpo medio muerto por las heridas que todo tipo de violencia les infiere en su piel y en su alma. Son los innumerables los rostros desfigurados por la violencia y la injusticia: rostros de emigrantes y de refugiados en busca de patria, de mujeres y jóvenes explotados, de ancianos y enfermos abandonados a sí mismos; rostros humillados por los prejuicios raciales o religiosos, rostros de niños traumatizados en su cuerpo y en su espíritu, rostros desfigurados por el hambre y la tortura”[28].

 

            Desde la espiritualidad del “estar-con”, los religiosos/as son llamados a ser portadores de esperanza, para todos aquellos que el camino del samaritano les invita a mirar de frente con compasión. “Ellos son los flagelados de la tierra, que yacen al margen de nuestra historia y piden compasión creadora que convierta las instituciones tradicional de caridad en respuesta a las nuevas urgencias y en testimonio nuevo de proximidad. Ser prójimo quiere decir ver las situaciones desde la perspectiva del pobre que es el último de la sociedad y el criterio determinante en el juicio final (Mt 25, 31-45) y desde sus exigencias y desde su proceso de curación y liberación. El principal desafío hoy consiste en cambiar las prioridades para promover las dinámicas de la proximidad compasiva”[29].

           

            En los lugares de fronteras y de riesgo como en el mundo de la cárcel, la presencia de los religiosos/as es ante todo una presencia portadora de un mensaje de esperanza en el Dios de la vida, en este Dios de Jesús que ha creado todo por amor y para la vida. En cada excluido (recluso) independientemente de su condición social, ven el rostro de Jesús, quien al final de los tiempos, nos juzgará sobre la caridad. El que se ha identificado con los más pequeños, con los marginados y necesitados (Mt 25, 31ss).

 

            La presencia de los religiosos en la pastoral penitenciaria, es fundamental porque ellos se sienten enviados, porque llamados por el Señor para anunciar con sus vidas, sus palabras y toda su existencia la presencia de este Jesús, quien al inicio de su misión apostólica, encarnó las palabras del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar le libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para enviar en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del señor (Lc 4,18-19). La característica fundamental de este ministerio penitenciario es de ser una presencia profética, anunciando la voluntad de Dios, quien no quiere la muerte del pecador pero que se convierta y que viva. En definitiva, “la liberación universal y escatológica de Jesús efectuada por el sistema de redención ha de expresarse en la redención histórica y parcial de aquellos cristianos que se empeñan en sacar de las nuevas formas de cautiverio y opresión a los oprimidos de este tiempo, como han sabido hacerlo, desde antiguo, los cristianos, especialmente los religiosos de las Órdenes Redentoras de la Santísima Trinidad y de Santa María de la Merced. Los hombres y las mujeres de nuestro tiempo y los del próximo milenio podrán considerarse de Cristo y llamarse, en verdad, cristianos, si acompañan y liberan a los encarcelados de la historia”[30].

 

            Esta liberación histórica se está cumpliendo por no solamente por estas dos Órdenes cuya espiritualidad gira efectivamente a las “nuevas formas de cautividad moderna”[31], -que son muchas-, desde una denuncia profética de los sistemas injustos que generan estos hermanos nuestros que se hallan en las cárceles del mundo entero, pero también desde gestos concretos, ofreciendo sus casas para los ex-detenidos en proceso de reinserción en la sociedad con todo lo que esto conlleva de asistencia y de riesgo. Los testimonios son muchos y constituyen signos de esperanza para todos nosotros invulcrados en la pastoral penitenciaria. En este sentido, podemos afirmar, que la presencia de los religiosos/as en la pastoral carcelaria es significativa aunque todavía queda un largo camino para hacer. Quizás como dicen los franceses, “l’union fait la force”, se podría proponer una plataforma estable constituida por los religiosos y las religiosas de distintas Ordenes y Congregaciones sin olvidar los Institutos de Vida Consagrada y los Nuevos Movimientos para colaborar con el ICCPPC a nivel del mundo entero para una nueva evangelización. Eso me lleva a asumir aquel sueño de Dios según Desmond Tutu cuando dice que Dios también un sueño con estas palabras –y con eso termino-:

 

“Dios tiene un sueño para ti y un sueño para mí, un sueño para todos nosotros”. Yo tengo un sueño, dice Dios: “Por favor ayúdenme a hacerlo realidad. Es un sueño de un mundo en donde la fealdad, la pobreza y la miseria, las guerras y la hostilidad, la competencia deshonesta, la alienación y la discordia sean transformadas en todo lo contrario: un mundo en el que haya risa, alegría y paz, donde haya justicia, bondad, compasión, amor, solidaridad y armonía. Yo sueño con que el león vuelva a retozar con el cordero, con que la espada se convierta  en arado, y las lanzas, en tijeras para podar; con que mis hijos sepan que son miembros de una sola familia, la familia humana,  la familia de Dio, mi familia”[32]

 

 

            Gracias por vuestra amable atención.

                                   P. Damase Masabo (O.de M.)


 

[1] BENEDICTO XVI, Deus Caritas Est, nº 25

[2] AAVV., “Grandes líneas de una pastoral penitenciaria para el Tercer Milenio”, Separata de la revista Obra Mercedaria, Año LV- 226 (enero-diciembre 2000), p. 45

[3] Ibid., p.49

[4] Ibid., p. 49

[5] Podemos citar como ejemplo  aquel elaborado por ICCPPC-EUROPA según el mensaje de Juan Pablo II, dicho plan pastoral está traducido al francés, el alemán y al inglés. Ver: ICCPPC-EUROPA, “In carecere eram, et venistis ad me” (Mt 25,36), International Commission of Catholic Prison Pastoral Care, 2003. Leer también “La pastoral penitenciaria católica: notas claves para una auténtica pastoral de misericordia, esperanza, justicia y libertad”, in Puente. Boletín del Departamento Nacional de Pastoral Penitenciaria nº 47 (octubre 2004) 4-5

[6] SANDO H., Derrière les murs, l’enfer: l’univers carcéral en questión, CRS 2005, p. 79

[7] Ibid., p. 7

[8] Ibid., p. 7

[9] METZ J.B., Un temps pour les ordres religieux?, Cerf, Paris 1981, p. 89

[10] UNIÓN DE SUPERIORES GENERALES, UNIÓN INTERNACIONAL DE SUPERIORAS GENERALES, Pasión por Cristo, pasión por la humanidad Congreso Internacional de la Vida consagrada Roma, 23-27 noviembre 2004, Publicaciones Claretianas, Madrid 2005, p.68

[11]SANDO H., Ibid., p. 79

[12] GALEANO E., Citado por: ROMERO J.J. (Ed.,) Sociedad, política y economía en el cambio de siglo. Reflexiones de “Fomento Social”, Sal Terrae, Santander 2005, p.44

[13] AAVV., “Grandes líneas de una pastoral penitenciaria para el Tercer Milenio”, Separata de la revista Obra Mercedaria, Año LV- 226 (enero-diciembre 2000), p. 6

[14] CABRERA CABRERA P.J., “La realidad penitenciaria en el siglo XXI y perspectivas de futuro”, in  Mediación-reconciliación por una pastoral de justicia penitenciaria. VII Congreso nacional de pastoral penitenciaria, Madrid 16-18 de septiembre de 2005, Corintios XII, nºs 114-115 (abril-septiembre 2005) 69

[15] AAVV., “Grandes líneas...Art.cit., p. 12

[16] AAVV., “Grandes líneas ...Art.cit., P. 10-11

[17] PONTIFICIO CONSEJO “JUSTICIA Y PAZ”, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, nº 328

[18] BENEDICTO XVI, Deus Caritas est, nº 27

[19] BENEDICTO XVI, Mensaje de su Santidad Benedico XVI para la jornada mundial de la paz, 1 enero 2006, nº 9

[20] HUNTINGTON S., Lo scontro delle civiltà e il nuovo ordine mondiale, Garzanti, Milano 1999. SACKS J., La dignità della differenza. Come evitare lo scontro delle civiltà, Garzanti, Milano2004. En esta óptica, leer: BAT YE’OR, Eurabia. Come l’Europa è diventata anticristiana, antioccidentale, antiamericana, antisemita, Lindau s.r.l., Torino 2006

[21] Leer con interés: TODOROV T., Il nuovo disordine mondiale. Le riflessioni di un cittadino europeo,Garzanti, Milano2003. SCHOOYANS M., Nuovo disordine mondiale. La grande trappola per ridurre il numero dei commensali alla tavola dell’umanità, San Paolo, Milano 2000

[22] RADYCLIFFE T., “La vida religiosa después del 11 de septiembre: ¿Qué signor ofrecemos?”, in Pasión por Cristo pasión por la humanidad. Congreso Internacionae de la Vida Consagrada. Roma 23-27 noviembre 2004, Publicaciones Claretianas, Madrid 2005, p. 213.

[23] SEPE C., “Postface”, in NDI-OKALLA J. et NTALOU A., (dir.), D’un synode africain à l’autre. Réception synodale et perspective d’avenir : Église et société en Afrique, Karthala, Paris 2007, p. 162

[24] AAVV., “Grandes líneas...”, p. 9

[25] CABRERA CABRERA P.J., Art.cit.,p. 101

[26] NOLAN A., Dios en Sudáfrica. El desafío del evangelio. Sal Terrae, Santander 1989, p.65

[27] METZ J-B., citado por A.NOLAN, op.cit., p. 65-66

[28] UNIÓN DE SUPERIORES GENERALES, UNIÓN INTERNACIONAL DE SUPERIORAS GENERALES, op.cit., p. 54

[29] Ibid. p.54

[30] AAVV., “Grandes líneas...”, p. 40

[31] Cf. Nuestro trabajo sobre: “La Órden de la merced frente a los desafíos de la esclavitud moderna”, in Boletín de la Orden de la Merced, nº 1 (enero-junio 2005) 200-215. HERNANDEZ DELGADO I. (Dir.),  “Esclavitudes de ayer y de hoy”. Antiguas y nuevas formas de esclavitud. Actas del II Congreso Trinitario de Granada, Granada, 10,11 y 12 de diciembre 1998, Secretariado Trinitario, Córdoba 1999.

[32] TUTU D., Dios tiene un sueño. Una visión de esperanza para nuestro tiempo, Bogota, Norma 204, p. 19-20.

 

[1] AAVV., “Grandes líneas...”, p. 40

[1] Cf. Nuestro trabajo sobre: “La Órden de la merced frente a los desafíos de la esclavitud moderna”, in Boletín de la Orden de la Merced, nº 1 (enero-junio 2005) 200-215. HERNANDEZ DELGADO I. (Dir.),  “Esclavitudes de ayer y de hoy”. Antiguas y nuevas formas de esclavitud. Actas del II Congreso Trinitario de Granada, Granada, 10,11 y 12 de diciembre 1998, Secretariado Trinitario, Córdoba 1999.

[1] TUTU D., Dios tiene un sueño. Una visión de esperanza para nuestro tiempo, Bogota, Norma 204, p. 19-20.